julio 28, 2020

Serie: La Ciudad de los Muertos

01. La Ciudad de los Muertos Vol. 1

Opción 1 / Opción 2

Fue una droga lo que desató el caos. La catinona sintética o como normalmente le llamaban:“Bath Salts”. Causaba alucinaciones en la gente, suprimía el dolor, les daba fuerza sobre humana y liberaba todas  sus  ansias  de  sangre;  toda  la brutalidad guardada en lo más profundo del inconsciente humano.

Nadie sabe en qué momento se transformó en un virus. He oído rumores, dicen que una farmacéutica decidió tomar la droga para experimentar, una pipeta se rompió y...

Ya todos sabemos cómo termina la historia. La mitad de la humanidad sucumbe ante el virus, el  virus  muta y  se  hace altamente  contagioso. ¿La otra mitad? La otra mitad está en estos momentos luchando por sobrevivir, y no sé cómo, pero yo soy parte de aquella mitad. Peleando contra los muertos que andan, corren y comen, luchando contra cazadores e incluso contra mí mismo, todos los días, teniendo que soportar éste peso que me destroza la conciencia, éste dolor, ésta agonía.

¿Por qué? Simple, porque se lo prometí a mi  hermano el día en que le mordieron y le vi desaparecer entre mis brazos.

«Debí haber sido yo, no él»

«Yo le he matado»

Pero un día, en medio de todo ese caos le encontré. A él y a esos profundos, insondables y aterradores ojos negros como el ébano,como el vacío más profundo, como una noche sin estrellas. Negros, como mi soledad. Bienvenidos sean a La Ciudad de los Muertos.


02. La Ciudad de los Muertos Vol. 2

Opción 1 / Opción 2

Fue una droga lo que desató el caos. La catinona sintética o como normalmente le llamaban:“Bath Salts”. Causaba alucinaciones en la gente, suprimía el dolor, les daba fuerza sobre humana y liberaba todas sus ansias de sangre; toda la brutalidad guardada en lo más profundo del inconsciente humano.

Nadie sabe en qué momento se transformó en un virus. He oído rumores, dicen que una farmacéutica decidió tomar la droga para experimentar, una pipeta se rompió y...

Ya todos sabemos cómo termina la historia. La mitad de la humanidad sucumbe ante el virus, el  virus  muta y  se  hace altamente  contagioso. ¿La otra mitad? La otra mitad está en estos momentos luchando por sobrevivir, y no sé cómo, pero yo soy parte de aquella mitad. Peleando contra los muertos que andan, corren y comen, luchando contra cazadores e incluso contra mí mismo, todos los días, teniendo que soportar éste peso que me destroza la conciencia, éste dolor, ésta agonía.

¿Por qué? Simple, porque se lo prometí a mi  hermano el día en que le mordieron y le vi desaparecer entre mis brazos.

«Debí haber sido yo, no él»

«Yo le he matado»

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